Como China quiere controlar el Mar del Sur
- Pablo Díaz Gayoso

- 28 feb
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 4 mar
El auge de China como superpotencia ha llegado con una revisión de las fronteras marcadas por la legislación internacional.

Como se puede ver en el mapa, China defiende que tiene derecho sobre todo el espacio marino que entra dentro de la “línea de los nueve puntos”, zona que perteneció a la Dinastía Qing. En la actualidad las fronteras marítimas están en conflicto entre los países de China, Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunéi. El conflicto nace de la delimitación que impuso China de sus fronteras marítimas de forma unilateral y que ningún Estado reconoce como válidas. La Corte Internacional de Justicia en 1951 en el Caso de las Pesquerías entre Reino Unido y Noruega ya se pronunció en este asunto; “La delimitación no podría depender de la sola voluntad del Estado ribereño tal y como se llegare a expresar en su derecho interno (...) la validez de la delimitación frente a Estados terceros depende incuestionablemente del Derecho internacional”. En consecuencia, según el derecho del Mar la limitación de las fronteras marítimas se debe realizar de forma multilateral y de mutuo acuerdo de las partes afectadas. China dice respetar este derecho como pauta global en los tiempos actuales pero por otro lado reivindica sus derechos históricos sobre la zona. En 2016 la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya determinó que China no tenía base legal para sus reclamaciones territoriales pero el gigante asiático ha hecho caso omiso a la legislación internacional.
La imposición de fronteras marítimas por parte de China implica la apropiación de cerca del 80% del Mar y eso se traduce en el acceso a un rico caladero de recursos naturales (gas, petróleo y minerales) e islas y archipiélagos. La apropiación de ese territorio no solo le daría enormes beneficios en la extracción de recursos si no que también le daría un control mayor sobre el comercio mundial, siendo más del 25% el que pasa por esa zona. El caso omiso a la sentencia se ha materializado en una presencia cada vez más común de las disputas entre las marinas de los países implicados. Las críticas expresadas por Estados Unidos fueron respondidas por el Ministerio de Asuntos Exteriores chino en 2015: "China, al igual que Estados Unidos, defiende la libertad de navegación en el Mar de China Meridional, pero se opone a cualquier intento de cualquier país de desafiar la soberanía territorial de China... con el pretexto de salvaguardar la libertad de navegación.".
Este conflicto ha escalado desde que China adoptó la diplomacia del "Lobo Guerrero". China está imponiendo su criterio mediante la construcción de islas artificiales. Estas islas están situadas en puntos estratégicos y China reclama su derecho (de dudosa existencia) a reclamar las aguas colindantes y los asociados derechos de extracción. En estas islas está colocando bases militares para respaldar su reclamación.
Esta situación es propicia para la estrategia de "el pivote a Asia" de Estados Unidos. La agresividad china con respecto a sus vecinos más directos es percibida como amenazante para los propios. Por esa razón Filipinas, Vietnam, Tailandia, Japón, Taiwan y Corea del Sur están buscando acercarse al aliado norteamericano para establecer alianzas militares que contrarresten el creciente poder militar chino. Lo que los países asiáticos buscan es poder contar con el poder disuasorio estadounidense, no con su presencia permanente. Al contrario de su contraparte europea, los países del sudeste asiático principalmente entienden que su situación geográfica les "obliga" a entenderse con China. El poderío financiero, industrial, comercial y turístico de China lo convierte en un socio indispensable para la mayoría de las economías de la región. Por otro lado temen a la voluntad revisionista expresada por Beijing, a la que pretenden limitar con los tratados con EEUU.
El dilema al que se enfrenta China es que cuanto más insista en "hacerse" con el Mar de China Meridional, más se acercarán sus vecinos a su rival estadounidense. La apuesta de controlar directamente el 80% del mar puede traerle grandes beneficios tanto geoeconómicos como geoestratégicos. Al tiempo que confrontar directamente con el derecho internacional puede acarrearle un gran coste reputacional. Siendo un país que ha trabajado tanto en construirse una reputación de socio estable, fiable y respetuoso, la deriva asertiva bajo el liderazgo de Xi puede demostrarse contraproducente. Un error de cálculo puede resultar fatal para los planes de restauración imperial que ansían los decisores políticos chinos.










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