top of page

Los fundamentos del genocidio en Gaza

La cuestión del genocidio en Gaza, perpetrado por el Estado de Israel, presenta una dimensión histórica compleja. Resulta impactante que Israel —un Estado nación judío, oficialmente definido como tal desde 2018— nacido a la sombra de uno de los peores genocidios de la historia, haya cometido crímenes contra la humanidad en menos de seis generaciones, con supervivientes del Holocausto aún entre nosotros. ¿Acaso el pueblo judío ha olvidado los testimonios de sus abuelos?¿Qué tipo de lecciones aprendieron del Holocausto? ¿Ha llegado el sionismo al momento de su fin histórico?


Antes de empezar con el desarrollo de los pilares en los que se ha sostenido el genocidio en Gaza estos últimos dos años se hace necesario recordar una diferencia conceptual cuya confusión ha elevado a doctrina el gobierno de Netanyahu. Es bastante común que los defensores de las atrocidades perpetradas por Israel intencionalmente acusen a sus críticos de antisemitismo cuando el concepto más adecuado es antisionismo. Por ello vamos a aclarar brevemente ambos conceptos para no prolongar el error. El antisemitismo se basa en el odio y oposición al pueblo semita (descendientes del hijo de Noé, Sem). El concepto se rescató en el siglo XVIII para referirse a las lenguas emparentadas con el hebreo y las conforman una pluralidad bastante amplia como el amhárico, el árabe, el arameo, el fenicio, el ge'ez, el hebreo, el maltés y el tigriña. En el caso del amhárico y el tigriña forman parte de las regiones Amhara y Tigray de Etiopía (ver: Etiopía (I): El fracaso del federalismo étnico o Etiopía (II): Los tambores de guerra resuenan).


Más tarde, en el siglo XIX, comenzó a hablarse de la llamada raza semítica, en contraposición a la aria, dentro del marco de las teorías raciales pseudocientíficas de la época. Estas ideas contribuyeron a consolidar un antisemitismo moderno de carácter racial, distinto del antijudaísmo religioso previo. El régimen nazi intentó reinterpretar a Jesús como un ario y desligarlo de su contexto judío, en un esfuerzo por construir una narrativa religiosa compatible con su ideología racista.


Por otro lado está el sionismo que es un movimiento político nacido al calor de los pogromos zaristas y del nacionalismo europeo. El sionismo defiende la necesidad de crear un estado nación judío en el Monte Sion, situado en la supuesta tumba del rey David, en Jerusalén. Las fronteras de ese estado no son muy bien definidas en los textos religiosos, así que aquí entra en juego la libre interpretación que puede ir desde la región de la Palestina histórica hasta establecer un superestado que comprenda sus vértices en el norte con parte de Turquía, al este recorre todo el río Éufrates hasta Kuwait, al sur un poco más al norte de la ciudad egipcia de Luxor.


Mapa del Gran Israel realizado por Álvaro Merino en 2024. El Orden Mundial - EOM
Mapa del Gran Israel realizado por Álvaro Merino en 2024. El Orden Mundial - EOM

Este proyecto colonial pretende expulsar a toda la población árabe, de como poco, de los territorios de la Palestina histórica para que se establezcan los judíos de todo el mundo, concepto que se conoce como Aliá o ascenso. Por esa razón el antisionismo no plantea una oposición etnoreligiosa contra los judíos o de la familia semita como hace el antisemitismo, si no que plantea una oposición a un proyecto de ocupación colonial e ilegítima de un territorio.


A continuación, repasaremos algunos de los elementos que, en mi opinión, han llevado a gran parte de la sociedad israelí a justificar y apoyar masivamente las actuaciones de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés), las cuales han violado flagrantemente todos los principios éticos y normas del derecho internacional humanitario durante, al menos, los últimos dos años. (ver: Cuando la guerra es (in)justa)


La Nakba o "catástrofe" es el nombre que recibe la expulsión masiva de palestinos de sus tierras para implementar el plan de creación del Estado de Israel en 1948
La Nakba o "catástrofe" es el nombre que recibe la expulsión masiva de palestinos de sus tierras para implementar el plan de creación del Estado de Israel en 1948

En la ecuación del respaldo a un genocidio —y en el caso palestino de manera particular— entra en juego una serie de justificaciones que ya se han esgrimido en ocasiones anteriores y que forman parte de ciertos consensos dentro de la sociedad que lo perpetra. La primera de estas justificaciones se basa en la idea de una desigualdad esencial, casi primitiva: “Los palestinos no son iguales a los israelíes”. Esta afirmación se sostiene en tres pilares que tanto el sionismo religioso como el secular reconocen como ciertas con mayor o menor publicidad.


El primer pilar es que el pueblo judío es el elegido por Dios para realizar su misión en la Tierra, y que por esa razón el resto de fuerzas de Mal luchan contra ellos. Este pilar puede remitir a la época de las Cruzadas, cuando batallones occidentales reclamaban militarmente Tierra Santa en nombre de Cristo. Aunque no se limita a ella, pues prácticamente todos los Estados nación, en algún momento de su historia, han esgrimido la supuesta preferencia divina sobre ellos como forma de legitimación. “Dios nos hizo a su imagen y semejanza”, rezan los textos sagrados; sin embargo, después se argumenta que a algunos los hizo “más iguales” que a otros.


Este enfoque, entendido como estrategia política nacionalista de aglutinamiento, resulta tan poderosa como peligrosa, pues genera un fuerte sentimiento de pertenencia al grupo y, al mismo tiempo, lo exime de culpa por cualquier acción. Al considerarse elegido por el Todopoderoso, se sostiene que solo ante Él podrá ser juzgado. Bajo este paraguas se puede entender la actitud del gobierno sionista religioso de extrema derecha que ha gobernado Israel mientras perpetraba el genocidio respecto a la comunidad internacional, el ius in bello, etc. La delegación de responsabilidades en un intangible indemostrable como es el juicio divino libera al criminal de guerra de responsabilidad por apretar el gatillo. Ya que se presenta como un soldado de Dios, aquel que lucha una guerra santa contra las fuerzas anti-santas, las que si son realmente inocentes irán al Cielo y no podrán quejarse y si son culpables/infieles irán al Infierno y el soldado habrá cumplido su divina tarea.


EL desplazamiento forzoso es un crimen de guerra según el Derecho Internacional Humanitario
EL desplazamiento forzoso es un crimen de guerra según el Derecho Internacional Humanitario

El segundo pilar sobre el que se fundamenta este discurso es la idea de que los judíos son la víctima. No simplemente una víctima, sino la única víctima, eterna e inalterable. Esta afirmación ha sido utilizada históricamente tanto por los antisemitas más peligrosos como por los sionistas. La noción descansa en la premisa de que el pueblo judío ha sido oprimido y perseguido desde los orígenes de la memoria humana.

La respuesta de los antisemitas fue la eliminación física y sistemática de los judíos; la respuesta sionista, en cambio, fue la creación del Estado de Israel. Ambas posturas parten de la misma premisa: que los judíos no pueden convivir en igualdad con el resto del mundo.


La idea de que son la única víctima que siempre se limita a defenderse, sin importar la situación o la acción, se observa a diario: cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) bombardean un campamento de refugiados o un hospital y mueren miles de niños, la responsabilidad se traslada de inmediato a las milicias palestinas, como Hamás. De la misma forma ocurre cuando Israel bloquea la entrada de ayuda humanitaria y utiliza el hambre como arma de guerra. La culpa nunca recae sobre sí mismos, porque se presentan como la única víctima, incluso de las bombas que lanzan indiscriminadamente. Este comportamiento reproduce, paso a paso, la lógica del maltratador con su víctima: siempre “provocado” a controlarla, golpearla y someterla.


Fila de carros de combate israelíes entran en Gaza (septiembre de 2025)
Fila de carros de combate israelíes entran en Gaza (septiembre de 2025)

El tercer pilar en el que se fundamenta la justificación del genocidio es la idea de que “no somos iguales: nuestras vidas valen más que las suyas”. Aquí entran en juego los tropos que históricamente han sustentado al nacionalismo racista y a los imperios coloniales. La vida de un israelí no se considera equivalente a la de un árabe. Los palestinos son presentados como salvajes fundamentalistas, irracionales y dominados por el odio, que no están desarrollados y necesitan ser gobernados con puño de hierro o, en su defecto, expulsados. Y la respuesta de Israel es siempre con un puño de hierro más grande y más pesado que el anterior.


¿Cuántas decenas de miles de palestinos han muerto con el pretexto de liberar a 251 rehenes? ¿Cuántos cientos han muerto para recuperar los cadáveres de poco más de una decena? Este culto a la muerte se ha convertido en un elemento necesario para el gobierno de Israel y, para que se haya llegado a este punto, ha sido imprescindible el respaldo —explícito e implícito— de gran parte de la población. Los proyectos maximalistas que existen en el sionismo más radical con presencia a día de hoy en el gobierno liderado por el Likud presentan una amenaza muy creíble a la estabilidad de la región. La gravedad de la situación radica en que en Israel, en su calidad de régimen representativo homologado, la vinculación de su población con el gobierno es fuerte y se ha llegado a un punto donde sea la propia población la que demande profundizar en el apartheid, en la anexión de Palestina y en seguir con la espiral de odio que nos ha llevado a hablar del mas reciente y tristemente no último genocidio.

Historias del día

Síguenos en redes sociales:

  • Youtube
  • TikTok
  • Instagram
  • Linkedin
  • Bluesky_Logo.svg

© 2035 por La jornada global. Desarrollado y protegido por Wix

Recibe los artículos al instante al correo

Haz una donación ahora

Ayúdanos a marcar la diferencia

Gracias por tu donación

bottom of page