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La Gran Muralla Verde, clave para frenar a la barbarie climática

El cambio climático es un fenómeno ya inevitable, y esta suerte de destino manifiesto se ha convertido en una profecía autocumplida. Cuando hablamos de "cambio climático", no nos referimos a las grandes transformaciones climáticas que siempre han ocurrido en el planeta a lo largo de sus millones de años de existencia. Las glaciaciones y otros fenómenos similares, que se estima tuvieron lugar hace cientos de millones de años, no pueden atribuirse a la acción humana por el simple hecho de que la humanidad no existía en aquel entonces. Sin embargo, el que hayan existido períodos climáticos extremos no provocados por el ser humano no implica que el que estamos viviendo actualmente siga el mismo patrón. Se ha demostrado de forma reiterada que la actividad humana tiene un efecto considerable en el calentamiento de la atmósfera, el océano y la tierra. Este efecto provoca que el sistema climático a nivel global sea cada vez más inestable e impredecible y en consecuencia, más agresivo. De todas las consecuencias del cambio climático nos vamos a parar a analizar en una de las más agresivas que está afectando en mayor medida al continente africano, la desertificación.


Mapa que estima el crecimiento del desierto del Sáhara entre 1920-2024
Mapa que estima el crecimiento del desierto del Sáhara entre 1920-2024

En África, los efectos del cambio climático resultan devastadores. Los países están perdiendo entre un 2% y un 5% de su PIB de manera directa a causa de este fenómeno, a lo que se suma la necesidad de destinar alrededor del 9% del PIB para mitigar sus impactos. La amenaza para las poblaciones es doble. Por un lado el descongelamiento de los polos está provocando una subida del nivel del mar, que pone en peligro a centenas de economías costeras centradas en la pesca. Situación que afecta tanto a la habitabilidad como al suministro de alimentos. Por otro lado la segunda amenaza a la que se enfrentan muchos países es a los efectos de los fenómenos climáticos extremos. Tanto las sequías como las lluvias torrenciales son cada vez más comunes y no por eso menos destructivos. La escasez de agua es una realidad que reduce considerablemente la capacidad productiva de la agricultura y la ganadería. Así mismo si nos centramos en el África Subsahariana nos encontramos con la constante amenaza que representa un desierto en expansión.


Para frenar la expansión del Sáhara, los países de la franja sur del desierto —Senegal, Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Etiopía, Eritrea y Yibuti— acordaron dar una respuesta conjunta a esta amenaza climática existencial. La iniciativa, conocida como la Gran Muralla Verde, consiste en un esfuerzo de reforestación masiva, el más ambicioso de la historia. El objetivo es crear una franja vegetal continua que atraviese África de oeste a este, con 15 kilómetros de ancho y más de 7.000 km de longitud.


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La viabilidad del proyecto depende de que la reforestación se concentre en zonas con precipitaciones anuales suficientes. Para compensar el déficit hídrico, se planea construir cuencas de retención hidráulica. Además de combatir el cambio climático, se espera revertir la pérdida de productividad asociada a la desertificación.


La plantación masiva de vegetación ha logrado revitalizar la economía local, generando empleos en el sector primario. Este proyecto actúa como multiplicador de inversión: el muro verde fijará, enriquecerá y regenerará los suelos. Los árboles retendrán la humedad ambiental, proporcionarán sombra, reducirán las temperaturas máximas y, en consecuencia, diversificarán los ecosistemas dañados. Asimismo, el desarrollo ecológico de la zona podría mejorar la convivencia entre comunidades ganaderas-pastoriles y agrícolas, cuyas relaciones suelen volverse más conflictivas en contextos de escasez.

Logo de la Iniciativa de la Gran Muralla Verde
Logo de la Iniciativa de la Gran Muralla Verde

Impulsado por los países del Sahel a través de la plataforma Great Green Wall, el proyecto recibe financiación de los Estados afectados, así como de una decena de organizaciones internacionales, entre ellas el Banco Mundial, las Naciones Unidas, la Unión Europea y la Unión Africana, con un coste estimado de 8.000 millones de euros.


Sin embargo, el avance se encuentra estancado. Inicialmente, la fecha límite era 2030, pero el deterioro de la seguridad en el Sahel ha paralizado gran parte de las acciones. Los gobiernos han reorientado sus presupuestos hacia la lucha contra las insurgencias yihadistas, a lo que se suma la falta de liderazgo y financiación. Este escenario apunta a un futuro poco alentador para la Gran Muralla Verde.


No obstante hay motivos para el optimismo ya que este proyecto no es el primero en el mundo, ni siquiera en el continente y gracias a ello se puede aprender de la experiencia. En la década de 1970 el gobierno de Argelia impulsó el proyecto de Barrage vert que consistía en hacer construir su propia Muralla Verde pero en la orilla norte del Sáhara. El proyecto consiguió buenos resultados durante los primeros años pero se encontró también con importantes reveses. La degradación del proyecto se atribuyó a la tala de bosques, el sobrepastoreo del ganado y la proliferación de la procesionaria, oruga del pino. En consecuencia el gobierno de Argelia ha fomentado en la última década políticas de revitalización verde.


Mapa del Barrage vert en Algeria
Mapa del Barrage vert en Algeria

En la India y China también se han puesto en práctica la plantación masiva de corredores verdes pero con el ojo puesto principalmente en otro frente. Con el fin de reducir los altísimos niveles de contaminación ambiental, en la India se ha proyectado la construcción de su propia Gran Muralla Verde. La Gran Muralla Verde de Aravali conectaría el estado occidental de Gujarat con la capital Nueva Delhi (1.400 km de longitud y 5 km de ancho).


El proyecto chino busca frenar la expansión del desierto de Gobi. Iniciado en 1978, su finalización está prevista para 2050. La urgencia de esta iniciativa radica en que el 27,4% del territorio del gigante asiático ya es desértico, y esta cifra continúa en aumento.

Mapa de la pérdida de vegetación en China desde 1984 hasta la actualidad. Earth.org
Mapa de la pérdida de vegetación en China desde 1984 hasta la actualidad. Earth.org

Sin embargo, el proyecto ha enfrentado graves desafíos: mientras se reforestan extensas áreas, el avance del cambio climático y fenómenos extremos —como tormentas de arena y sequías recurrentes— han erosionado los progresos. A esto se suman problemas estructurales, como la falta de mantenimiento y la actividad humana no regulada, que reducen su eficacia.


Estos proyectos constituyen un enfoque acertado para mitigar los efectos del cambio climático, especialmente en entornos degradados y ambientalmente amenazados. No obstante, como toda política pública, requieren de un mantenimiento adecuado para garantizar su efectividad a largo plazo. La voluntad política y financiera, la lucha contra plagas vegetales y actividades humanas como la tala ilegal se perfilan como los principales obstáculos para su sostenibilidad.

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